jueves, 21 de abril de 2011

La Boca: nieblas del Riachuelo

El viejo transbordador, los botecitos que aún llevan a la isla Maciel, las tiendas de ropa de trabajo, los conventillos: un territorio de la clase obrera.


Ya no hay carros que pretendan trepar al transbordador para cruzar hacia la isla Maciel. Los yuyos siguen carcomiendo el viejo puente de hierro inaugurado en 1913, y no hay señales de que vayan a reparar­lo a corto plazo. El sol de mediodía rasgu­ña a los pasajeros que esperan el colectivo. nodo de transportes ubicado en el cru­ce sinuoso de las avenidas Pedro de Men­doza y Almirante Brown, en La Boca, es ca­becera de la línea 152, a Olivos, y de la 46, a San Justo. Los tres puntos cardinales y, más allá, la salida al Río de la Plata. Un par de turistas desorientados se preguntan si pueden seguir tomando fotos allí donde el paisaje cambia. Hay colores, pero no tan­to. La zona comienza a tomar en este pun­to su verdadero sabor a barriada industrial deconstruida. Las marcas están a la vista: cintas continuas, los puentes que transpor­taron durante décadas a miles de obreros desde y hacia Avellaneda, y la descascarada tienda de ropa de trabajo. Rústicas Ombú y Pampero mezcladas con camisetas de Boca y de River, para el turismo. Cien metros más adentro, por Brown, el almacén naval y los piringundines. Sí, de los de antes. La parri­lla con Wi-Fi y a una cuadra, el taller de mo­tores transformado en bodegón.

Al pie del transbordador, el embarca­dero fluvial es testigo de todas las épocas. Los botes colectivos transportan a los pasajeros a la Isla Maciel. Un mi­nuto de viaje, un peso. No es ne­cesario llevar mo­nedas. Los botes funcionan entre las 6 y las 22. Exis­ten otras opciones para cruzar hacia la orilla de enfrente. En 2010, Vialidad Nacio­nal restauró a nuevo las escaleras mecáni­cas de acceso al puente Nicolás Avellane­da, inaugurado por el presidente Roberto Ortiz setenta años atrás. Agregaron ascen­sor para cuatro personas y pasarelas cerra­das con vista panorámica a toda La Boca. El paseo peatonal demanda diez minutos y el acceso es gratuito. Esta alternativa restó pasajeros a los botes. La otra posibilidad es cruzar en colectivo, algo más cómodo si se quiere saltear la isla Maciel y llegar directa­mente a Dock Sud. Las líneas indicadas son la 33 y la 159, más conocida como El Blan­quito. Del otro lado, en el Doque, hay una zona comercial muy activa y los frentes de chapa de los conventillos aparecen unifor­memente plateados. La orilla vecina desafía el colorido boquense.

Toda la zona de la Ribera sufrió una completa transformación en 1997, cuan­do se construyó la nueva rambla elevada poco más de un metro, que oculta el sis­tema de bombas de desagote. Desde en­tonces las inundaciones son un recuerdo, aunque para nada borroso. Los vecinos no olvidan la postal del remolcador que, arras­trado por la sudestada, fue a hacer compañía por mucho tiempo a los autos esta­cionados en la calle Necochea. La rambla arrancó la melancolía del paseo a pie sobre los adoquines, bordeando el agua. Y la fe­roz vuelta que acostumbraba dar el colec­tivo 20, acelerador a fondo, casi adherido a la línea del Riachuelo. Choferes más gua­pos, aquéllos.

Para sellar la tradición barrial, junto al viejo transbordador aparece el cuartel de bomberos. Destacamento La Boca de Bomberos de la Po­licía Federal lleva la batuta, junto al Cuartel IIIde Ba­rracas, a la hora de apagar incendios. ellos se suman los dos cuarteles de voluntarios, los rojos de Tomás Li­berti (Voluntarios de La Boca, fun­dado en 1889) y los verdeamarillos de Francisco Car­bonari (Voluntarios de la Vuelta de Rocha, 1935). Un viejo clásico de camisetas que se suspende en cuanto suenan las sirenas. Junto al pequeño destacamento de Brown y Pedro de Mendoza se realizan periódica­mente castraciones de perros y gatos a bajo costo, organizadas por proteccionistas. Po­cos barrios tan bicheros como La Boca.

A modo de final de recorrido, se invi­ta a ver dos películas argentinas que eligie­ron las inmediaciones del transbordador para rodar exteriores, previo a la construcción de la nueva rambla. Una de ellas es La Mary, dirigida en 1974 por Daniel Tina­yre. Ambientada en las décadas de 1930-1940, muestra el movimiento de camiones y chatas junto al puente Nicolás Avellane­da, sobre las calles empedradas de la orilla de enfrente. Y en la superproducción Gati­ca, dirigida por Leonardo Favio en 1993, la escena ambientada treinta años antes per­mite participar del cruce en bote hacia la Isla Maciel. Única ceremonia que el tiempo continúa celebrando.

DZ/km
Adriana Carrasco Redacción Z

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