martes, 26 de abril de 2011

LA CUADRA

Papeles que van y papeles que vienen

El tema de La Cuadra sigue generando chispas y esta vez destacó los funcionamientos internos de esa institución extraña, el Consejo Asesor en Asuntos Patrimoniales. Entre pretensiones de “tradición” y pedidos de informes sobre cómo hacen las cosas.

                                                
Por Sergio Kiernan
En el Consejo Asesor en Asuntos Patrimoniales se han quedado de lo más nerviosos por haber “desestimado” La Cuadra, la última caballeriza porteña, y haberla luego “estimado” por la clarísima presión de los vecinos. En el primer caso, mostraron una estupenda, olímpica incompetencia al no darse cuenta de lo que estaban haciendo. Lo que originó el segundo caso, que la firma que quiere demoler el lugar para hacer otra torre cementuda quiere usar para pleitear contra la Ciudad por millones. Este anuncio, además de un clásico apriete legal para lograr lo suyo, es fuente de preocupaciones en un sentido inesperado: si estos millones se tendrán que pagar algún día por la incompetencia de los miembros del CAAP ¿no tendrán que pagar ellos? Los que son funcionarios están cubiertos por las generales de la ley, pero los demás no...

Lo que tal vez explica el ataque de solemnidad con que respondieron al pedido de los vecinos de La Cuadra de hablar con ellos. Hasta el arquitecto Ramón Ledesma, director general de Interpretación Urbana, cabeza natural del CAAP y un fiel empleado de su subsecretario Héctor Lostri y su ministro Daniel Chaín, perdió su habitual cinismo de hombre de la industria que hace lo que sea por la industria. El CAAP y el director general hasta le robaron una frase al Parlamento británico y hablaron de la “tradición” del Consejo Asesor, lo que daría risa si no fuera patético (arquitecto Ledesma, ¿en serio?).

Todo empezó cuando el arquitecto Natalio Churba pidió hablar con el CAAP. Churba puso todos sus cañones en lograr que le permitan demoler La Cuadra para hacer una de sus torres, con lobbyistas de lujo como Diego Guelar –a quien no le molesta ser director de la fundación cultural del Banco Ciudad y hacer lobby en ámbitos de la Ciudad– y lobbystas menos explicables como Miguel Schapire. Los vecinos de la Asociación Civil Barrio La Imprenta se enteraron del pedido de Churba y decidieron pedir ellos también hablar ante el CAAP.

Lo hicieron en un email muy formal y educado fechado el 4 de abril y firmado por Guillermo Blousson, presidente de la Asociación Civil. La nota dice que escuchó que el CAAP estaba analizando si recibir o no a Churba, le recuerda al Consejo que “ya ha denegado” reunirse con los vecinos, y le señala que atender al empresario-arquitecto “excedería las misiones y funciones” del ente. La nota termina adelantando que si reciben a Churba, los consejeros se encontrarán ante la exigencia de los vecinos de ser atendidos ellos también.

La respuesta llegó el 11 de abril, avisando que el tema se había analizado el mismo 5, que cayó martes y por tanto era día de reunión. La buena noticia es que el CAAP decidió “por unanimidad” rechazar el pedido de reunión de Churba. La noticia curiosa es por qué, según dicen en la nota, llegaron a esa decisión. La primera razón es “una tradición” de no recibir a nadie y basarse en “la información presentada en el expediente” para que esto “redunde en la transparencia y en la libertad de criterio de los Consejeros” (así, con mayúsculas). La segunda razón es que tanto La Cuadra como La Imprenta son tratados por la Legislatura, con lo que ése es el ámbito para discutir el asunto.

El párrafo final es la mala noticia, en lo conceptual. “En aras de la transparencia” y para trabajar “libres de presiones y de velados o explícitos condicionamientos” le piden a Blousson que en el futuro se dirija por nota al CAAP como institución “y no, como en esta ocasión, a las casillas de correo electrónico privadas de algunos de sus Consejeros”.

Esta aparente tontería es más importante de lo que parece, porque es un indicio de la desorganización con que se maneja el patrimonio en la ciudad. Resulta que el CAAP sigue funcionando básicamente como cuando era un triste organito asesor del ministro de Desarrollo Urbano al que era gratis ignorar. Desde que recibió el mandato de revisar todo pedido de demolición de algo anterior a 1941, el CAAP recibió una masa de trabajo enorme pero sigue en su pecerita prestada en el edificio del Mercado del Plata, sigue dependiendo de los lobos cuidadores de ovejas y sigue sin tener ni la tecnología, ni el personal, ni el tiempo para cumplir su tarea con alguna seriedad. Al director general Ledesma y sus superiores esto no les importa, como no les importa a sus teledirigidos como Susana Mesquida o las representantes de Cultura, ya que la improvisación permite demoler más. La cosa es tan triste, que el CAAP ni siquiera tiene una dirección de mail. La única manera de comunicarse con los consejeros –con minúsculas– es con los mismos mails a los que Ledesma y su gente les mandan la información con que trabaja el Consejo.

La ironía es que los Consejeros firmaron esta respuesta, que fue escaneada y enviada a Blousson desde la casilla privada de un miembro del CAAP. Pese a que el Consejo depende de Desarrollo Urbano, la girl scout que se ocupó del trámite fue la teledirigida arquitecta Graciela Aguilar, que representa Cultura en el ente.

Ya que sacaron el tema de cómo actúa el CAAP, Blousson lo tomó y contestó la nota haciendo sus propios interrogantes. Blousson se pregunta cómo hace uno para comunicarse con el CAAP, por qué sus reuniones son efectivamente secretas, cómo puede ser que en apenas un par de años ya exista “una tradición”. De hecho, le pregunta por qué se abandonó otra “tradición” que hizo que el editor de este suplemento y los representantes de Basta de Demoler sí hayan sido testigos de sesiones del Consejo.

Todo esto amerita un pedido de informes para ver cómo se maneja realmente un ente que, en concreto, maneja millones de dólares en ladrillos y terrenos. Las tonterías del CAAP ya costaron centenas de edificios patrimoniales y parece que le van a costar a los porteños millones de dólares en juicios a futuro. Por ejemplo, es notorio que pese a que la Legislatura le dio más tiempo a los consejeros para analizar los edificios, Ledesma sigue apurando las cosas: los casos a tratar los martes les llegan a los miembros apenas el jueves anterior a sus ahora famosas casillas de correo privadas. Con un poco de suerte, este episodio pernóstico puede servir para aclarar las cosas.


Se hizo la luz en la vieja fábrica

Hampton + Rivoira transformaron una planta textil de Monserrat en un edificio de oficinas moderno, flexible y abierto a la luz del sol.



La intervención del estudio Hampton + Rivoira en un viejo inmueble industrial textil del barrio de Monserrat para convertirlo en un edificio de oficinas corporativas, tiende a sumar a lo que antes era sólido y pesado lo que ahora es liviano y transparente. Gracias a la apertura de una “espina dorsal” vidriada que atraviesa sus tres pisos y los riega con luz solar cenital, la vieja fábrica textil se convirtió en una suerte de gran claustro en altura, en el que la separación física entre las distintas plantas se disuelve literalmente en la luz.

El edificio alberga las oficinas centrales de la empresa Medanito S.A, dedicada a la explotación petrolera, gasífera y forestal, que lo adquirió en 2007. Este inmueble entre medianeras, construido sobre un terreno de 14,5 m de frente por 60 m de profundidad, fue proyectado en la década de 1890 por el arquitecto franco-catalán Alfredo Massüe (1860-1923), conocido sobre todo por ser el autor del Mirador Massüe, en la esquina de Talcahuano y Tucumán. Por entonces, en la planta baja funcionaban el depósito y el local de venta; en el primer piso, con un amplio balconeo sobre el nivel cero, la fábrica, y en el segundo, una vivienda para empleados de la textil y sus familias.

Pero durante la segunda mitad del siglo XX cambió drásticamente de función para pasar a albergar a la sede del Partido Justicialista de la Capital Federal y, entre las sucesivas modificaciones que se le hicieron, perdió ese único balconeo. “Las reformas anteriores prácticamente anularon las características espaciales originales. Nuestro proyecto propuso la recuperación de la caja arquitectónica, para que apareciera el edificio en todo su valor”, cuenta Emilio Rivoira, socio del estudio proyectista junto a Jorge Hampton.

A pesar de que el edificio carecía una normativa que lo preservara, ya que no está dentro del Area de Protección Histórica 1, los arquitectos sugirieron al comitente comprometerse con el rescate patrimonial en lugar de demoler y construir desde cero. Así, el primer trabajo que emprendieron fue despejar las infinitas capas superpuestas de las distintas intervenciones a lo largo del tiempo, y desmontarlas hasta llegar hasta la caja muraria cruda.
Más tarde, el edificio fue catalogado en la categoría estructural, el nivel intermedio de protección que se refiere a “edificios de carácter singular y tipológico que caracterizan su entorno o califican un espacio urbano o son testimonio de la memoria de la comunidad”, aunque en sí mismos no tengan un valor histórico o arquitectónico especial. Pero el proyecto ya cumplía con todos los requisitos de protección.

A estos argumentos, los arquitectos sumaron el de la conservación como criterio de sustentabilidad. “Entendemos que recuperar materiales y estructuras existentes es un punto de partida esencial para el ahorro energía y recursos”, opina Rivoira.

Imagen industrial

En el mismo sentido, el proyecto de puesta en valor es respetuoso de la materia prima sobre la que opera. “No se propone aumentar alturas ni modificar fachadas; lo único que se hizo fue agregar superficies en un nivel de entrepiso sobre las dos franjas medianeras, sin alterar volumetrías, aprovechando la doble altura de la planta baja y la gran profundidad del edificio”, cuenta Rivoira. Esto requirió el trabajo adicional de reforzar las fundaciones para adecuarlo a las nuevas cargas.

Por otra parte, cuando el edificio funcionaba como fábrica, todas sus plantas eran libres salvo la última, donde estaba la vivienda colectiva. Por lo tanto, se retiraron todas las divisiones realizadas posteriormente que seccionaban las plantas, con lo cual se facilitó un planteo de organización flexible y versátil, con puestos de trabajo intercambiables. Y, lo que sin duda constituye el elemento más audaz de la intervención: una visibilidad cruzada para entender la totalidad del edificio. Esto, gracias a la instalación de la ya mencionada espina central que atraviesa todos los pisos, y donde se ubicaron las áreas de apoyo y salas de reuniones vidriadas.

Sobre este eje longitudinal se abrieron dos patios interiores que funcionan como un haz de luz natural y conducto purificador del aire, con lo cual se recrea también otra de las características originales del edificio: “Cuando funcionaba como fábrica, debajo de la gran lucarna central de la terraza se alineaban sectores de ladrillos circulares de vidrio que iban trasmitiendo el reflejo del sol un nivel a otro”, comenta Rivoira

El arquitecto explica que para el interior se optó por una intervención “rústica”, que busca asimilar el fuerte carácter industrial del edificio al de la empresa que hoy lo ocupa. “La idea era hacer visible ese espíritu fabril dentro del edificio a través del uso de perfilerías. Con este fin, se conservaron las escaleras metálicas con más de un siglo de antigüedad y se le otorgó un gran protagonismo a los gruesos perfiles metálicos que delimitan la “espina” central, y que, según señala Rivoira, se asimilan a las que se utilizan habitualmente en las refinerías.

En las áreas de trabajo, que rodean a este vacío en todo su perímetro, la convivencia entre lo viejo y lo nuevo se resolvió con algunos recursos casi escenográficos, como el contraste cromático –y cronológico– entre la caja muraría, pintada interiormente de color arena, y unas bandas de roca de yeso blancas que los cubren parcialmente, hasta dos metros de altura en cada nivel, de modo que los puestos de trabajo se recortan en un juego de claroscuros contra el telón de fondo mudo de la antigua estructura.

Espacios renovados

La fachada mantiene la estructura de la composición original, con el acceso al subsuelo por un montavehículos ubicado en el centro, en el mismo sector donde se ubicaba antiguamente el ingreso central de mercaderías. En tanto, la entrada del personal y visitantes, por un lado, y la de accionistas y miembros del directorio, por el otro, ubicadas simétricamente en los dos extremos de la fachada, mantienen las puertas originales. Los proyectistas explican que el tratamiento del frente se orientó a la “reparación de revoques y revestimientos con productos símil piedra”, y las carpinterías fueron reemplazadas por sistemas de plástico con doble vidriado.


En el último piso y al frente, donde estaba la vivienda se ubicó el área de Accionistas, diferenciada del resto, con un grado mayor representatividad institucional y pública. Todo el piso, que incluye un sector de oficinas hacia el fondo, se organiza alrededor de una gran lucarna que corona la espina vidriada. Desde allí se accede a un entrepiso con la cafetería de personal, que se expande hacia la terraza original, donde se realizó un techo vegetalizado (otra decision basada en la sustentabilidad). Este techo verde es transitable a través de decks, y sirve como un área de encuentro e intercambio social que es utilizada por el personal como lugar de almuerzo o merienda. Pero también es apta para eventos corporativos.
Al subsuelo, además de servir como estacionamiento, se lo destinó como otro ámbito posible para celebrar eventos gracias a la presencia de otra lucarna que abarca todo el patio del fondo. Es casi un aire y luz, pero también se lo aprovechó para generar la sensación de que el edificio, en su conjunto, está perforado e invadido por haces de luz natural que tienden a desmaterializarlo.

Ciclismo urbano: ¿Por qué la bicicleta es el mejor transporte para la Ciudad de Buenos Aires?

Saludable, rápida y, sobre todo, limpia: la bicicleta es el gran medio de transporte de los tiempos que corren y Buenos Aires ya tiene 25 kilómetros de ciclovías. Cinco ciclistas nos cuentan por qué eligen pedalear.

Saludable, rápida y, sobre todo, limpia: la bicicleta es el gran medio de transporte de los tiempos que corren y Buenos Aires ya tiene 25 kilómetros de ciclovías. Cinco ciclistas nos cuentan por qué eligen pedalear.

En línea con las grandes ciudades del mundo, Buenos Aires cuenta con su flamante red de ciclovías protegidas e integradas que unen sus diferentes puntos estratégicos, como Retiro, Constitución, Plaza Italia, Plaza Once, Puerto Madero, La Boca, Correo Central y Plaza de Mayo. El Gobierno porteño comenzó a implementar el Programa Bicicletas de Buenos Aires a principio de este año, como parte del Plan de Movilidad Sustentable. Su objetivo principal es fomentar el uso de la bicicleta como medio de transporte ecológico, saludable y rápido. Hasta el momento, hay construidos 25 kilómetros de ciclovías protegidas divididas en tramos: el primero, desde Plaza Italia hasta Retiro; el segundo, que atraviesa el núcleo de la ciudad; el tercero, desde Retiro hasta La Boca. Se estima que para principios de 2011, la red contará con 100 kilómetros inaugurados, hasta integrar Ciudad Universitaria. http://www.mejorenbici.gob.ar/.

Saludable, rápida y, sobre todo, limpia: la bicicleta es el gran medio de transporte de los tiempos que corren y Buenos Aires ya tiene 25 kilómetros de ciclovías. Cinco ciclistas nos cuentan por qué eligen pedalear.
Guillermo Dietrich (41)
Subsecretario de Transporte del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

Tres mil ochocientos metros de natación, 180 kilómetros de ciclismo y 42,2 kilómetros de trote. Esas son las distancias que completó Guillermo Dietrich cuando corrió el Ironman en Florianópolis, en 2005. Aquello fue, de verdad, extremo, pero Dietrich adora practicar todo tipo de deportes, incluso algunos más apacibles, y hace lo imposible para combinar su trabajo en la gestión pública con el surf, el kayak, el fútbol y diferentes carreras a pie o en bici que atraviesan desde las montañas mendocinas hasta la selva tucumana. Mientras tanto, en la ciudad, Dietrich también hace lo suyo. Inspirado en la experiencia de otras grandes metrópolis, como Copenhague o Barcelona, está impulsando el Programa Bicicletas de Buenos Aires desde su función como subsecretario de Transporte porteño: "Es la transformación más profunda que vamos a lograr para mejorar la movilidad de nuestra ciudad".

Un verdadero talibán de la bici, se lo puede ver cruzando el microcentro en dos ruedas, yendo del Ministerio de Desarrollo Urbano al Palacio de Gobierno o la Legislatura porteña en su traje moderno y atildado, pedaleando una plegable Dahon, con kit completo: casco, luces y un aro de pantalón. "Es el mejor accesorio para evitar que se me enganche la botamanga con la cadena y se me ensucie."
Subió a una bicicleta por primera vez cuando tenía 10 años. Empezó andando con su papá y con su hermano, y hoy comparte esa pasión con su propia familia. Los fines de semana, suele entrenarse desde temprano y no es raro encontrárselo corriendo por diferentes barrios de la ciudad, mientras se mide las pulsaciones con una mano y con la otra empuja la minibici de Hansy, su hijo menor.


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Franco Fugazza (36)
Consultor en economía de servicios públicos.

Ni lo duda: se imagina pedaleando a los 80. Y se ríe de quienes alguna vez le dijeron que andar en bicicleta es una forma de no crecer. "¿No tenés aspiraciones?", llegaron a preguntarle. "No, no quiero un auto", les dijo. Franco Fugazza es de esos economistas que visten traje sólo cuando no tienen otra opción. Vive sus días lo más alejado que puede del yeite corporativo, salvo cuando se trata de viajes: en esos casos, se entrega sumiso a rumbos lejanos, como Marruecos u Holanda. Franco vive solo. Describe su vida como un bello desorden provocado por sus ausencias intermitentes y por la impronta bohemia de la que tiñe su tiempo libre. De un lado a otro, recorre bares, cines o casas de amigos, incluso de noche, sobre todo cuando hace calor y pedalear lo transporta a aquellos veranos infinitos de la adolescencia suburbana, sin responsabilidades. "Cuando hay buen clima y la ciudad parece vaciarse, es un placer andar en bici. Juntarse con amigos y pasear sin planear nada. Lo juro: el viaje es casi mejor que llegar a destino." Franco no entiende por qué la mayoría de la gente concibe la bicicleta como algo que se usa sólo por deporte o los fines de semana. Está seguro: "Deberíamos usarla más. Te da autonomía y libertad. Cuando pasa un largo tiempo en el que no la uso y vuelvo a pedalear, siempre pienso: ‹‹Qué bueno está esto. ¿Cómo no lo hice antes?››".

Hace 15 años, le regalaron su Zenith, y en 2001, se compró una cadena. La pagó el doble de lo que vale su bici. Es ancha, se ve fuerte. Parece la de una moto. "Esta es mi verdadera aspiración: que nadie me afane la bici."

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Florencia Gabelli (29)
Vestuarista, diseñadora y música. Toca en las bandas Los Palos Borrachos y Warning with the Snake.

En 2008, se enamoró de Berlín. De viaje por Europa, Florencia Gabelli fue dejando parte de su corazón en la capital alemana al tiempo que apreciaba el pulso de la ciudad y sus habitantes sobre una bicicleta. "Volví decidida a usarla acá, todo el tiempo y para todo", recuerda, y lo viene cumpliendo. Desde su casa de Saavedra, pedalea hacia cualquier destino y, en general, suma por día alrededor de 25 kilómetros. Para ella es la solución a más de una preocupación. Desde las cuestiones más básicas, como el ejercicio físico o el ahorro de tiempo y de dinero, hasta las más reflexivas: "La bici es un medio de transporte sustentable. Usarla me hace sentir que estoy haciendo algo por mí y por el mundo en que vivo. Es una actividad que se lleva muy bien con la naturaleza. Te ayuda a conectar con lo más simple, a sentirte libre... ¡Eso es lo que mas me gusta!".

La bici de Florencia tiene más diez años, y desde entonces, la viene decorando hasta imprimirle su propio sello. Las flores blancas que abrazan el manubrio son el comienzo de un diseño que termina en la alforja que cuelga sobre el costado derecho de la rueda trasera. El cuero marrón canela hace juego con el asiento, un clásico Brooks inglés, una verdadera reliquia que se trajo de una feria de Berlín. Acaso una excusa, el truco perfecto para no olvidarse nunca de aquella ciudad a la que le encantaría volver.


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Hernán Ferreirós (40)
Guionista, periodista y amigo de la casa (escribe en Brando, entre otras publicaciones). También hace guiones para televisión y radio.

Hernán Ferreirós se queja. Para él, la bicicleta es el modo más eficiente, cómodo, económico y enriquecedor para desplazarse por una ciudad. Sin embargo, cree que involucra cierto peligro: en Buenos Aires, ningún conductor espera encontrarse con algo que no sea un auto. "Creen que los ciclistas somos extranjeros ilegales en el asfalto." Todo al revés. Las calles fueron construidas originalmente para los ciclistas: en 1890, hubo tal furor por las bicicletas que comenzaron a pavimentarse caminos debido a su abundancia: "Hace falta mayor visibilidad de las bicis para lograr un cambio de mentalidad". Hernán cree que la resistencia latinoamericana a abrazarla como medio de transporte se debe a que durante el siglo xx, su uso cotidiano estuvo ligado a la clase trabajadora: "Para que la clase media se vuelque a la bici, hay que demostrarle que es cool". El anda en una Pashley Guvnor, una verdadera pieza de museo. Es un modelo de los años 30 que usaban los carteros británicos. A más de un bicicletero viejo se le han aflojado las piernas al ver el cuadro Reynolds 531, de acero, el material que por décadas fue utilizado para el chasis de los Jaguar. Su bici pesa 13 kilos, lo ideal para aguantársela en la ciudad. Tiene cambios internos Sturmey-Archer de tres velocidades que se pueden pasar con la bici detenida. Las llantas color crema –como las de comienzos del siglo xx– son Schwalbe. Lo único que le agregó al combo original fue una computadora wireless y una luz trasera. Eso y unas calzas del diseñador Juan Manuel Brandazza. Una bicicleta elegante: el medio de transporte perfecto para un caballero.


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Lala González Villanueva (38)
Directora de cuentas asociada de la consultora Salem-Viale-González Villanueva.

Para Lala González Villanueva, combinar su vida profesional con su vida familiar fue realmente complicado. Su agenda de trabajo suele estar abarrotada de reuniones, y su jornada suele estirarse más allá del horario típico de oficina, sobre todo cuando se cuela algún evento especial al que no pueda faltar. Cuando llega a su casa y se baja de sus tacos altos, la tarea continúa: se encuentra con sus hijos (mimos, tarea, juego), luego cena, luego la pareja.

Contar con un momento del día propio, todo para ella, fue casi tan difícil como encontrar lugar para estacionar en el Microcentro. Hasta que pensó en su bici. Se recordó de pequeña, libre, andando una y mil tardes después del colegio, y no lo dudó. Compró una plegable rojo malbec y le dijo adiós a su auto durante la semana. "Salir de la oficina y subirme a la bici de regreso a casa es uno de los mejores momentos del día. Me permite desconectar de la rutina del trabajo y llegar a casa recargada de energía para encontrarme con mis hijos y mi marido." Lala descartó el gimnasio y las salidas a correr junto con otras actividades que la obligaban a restar tiempo a su familia. Pedalea media hora de ida y otra media de vuelta, a ritmo tranquilo, desde su casa de Recoleta hasta su oficina en Palermo. Ya no se estresa por el caos de tránsito ni reza para llegar a tiempo a las reuniones. A lo sumo, se queja de tanto en tanto, cuando pincha una rueda, lo que se transforma en tragedia si, encima de tener que inflarla hasta hacer el cambio, se le llega a romper una uña.





Árboles que "hablan" de Buenos Aires

Desde ayer se exhiben, en la Plaza de la República, gigantografías de los ejemplares emblemáticos porteños



Bajo su sombra, el general José de San Martín firmó el parte de victoria del Combate de San Lorenzo. Hoy sigue en pie en lo alto de la plaza Barrancas de Belgrano un retoño de aquel histórico pino de San Lorenzo, plantado en 1650 en el convento de los jesuitas en la provincia de Santa Fe.

Ese es uno de los 12 árboles que vieron florecer a la ciudad de Buenos Aires como una de las capitales más importantes de América y del mundo. Cuando la actual capital del país era apenas algo más que un pueblo con 40.000 habitantes, los pobladores usaban estos árboles para ubicarse geográficamente.

Sobrevivieron más de 200 años, y una iniciativa oficial busca no sólo que se los reconozca, sino también que los vecinos puedan conocer sus historias. Por eso, ayer comenzó una muestra itinerante del patrimonio arbóreo porteño en la Plaza de la República. Habrá gigantografías que mostrarán el higuerón del parque Lezama, el gomero de la Recoleta, el aromo del Perdón, en Palermo, y otros.

Cuatro de los 12 fueron declarados Patrimonio Histórico Nacional. "De Parque Patricios a Belgrano, de San José de Flores a la Recoleta, estos árboles encarnan algunas de las joyas naturales que ofrece la ciudad", dijo Javier Corcuera, presidente de la Agencia de Protección Ambiental, quien junto con Diego Santilli, ministro de Ambiente y Espacio Público, organizó esta muestra que recorrerá Buenos Aires durante todo el año.

En el agitado 2001 el historiador Félix Luna escribió en la sección Cartas de lectores en La Nacion: "Hasta la semana pasada estaba mustio y melancólico. Parecía enteramente muerto. Pero ahora el lapacho que plantó Martín Ezcurra en la esquina de Mariscal Castilla y la avenida Figueroa Alcorta ha empezado a florecer. Pronto el colorido de sus campanillas iluminará ese lugar. Celebremos estos brotes de vida. Y hagámoslo imaginando que es una metáfora del país".

Ese lapacho es sólo uno de los árboles que siguen en pie en la ciudad de Buenos Aires y encarnan una historia para contar.