domingo, 24 de abril de 2011

Del bodegón al grafiti, nuevos paseos para locales y turistas

Un circuito con rincones poco conocidos para disfrutar de la capital porteña. Vida nocturna, música, costumbres criollas y propuestas culturales alternativas.


A veces uno se encuentra en la situación de tener que oficiar de guía turístico para algún pariente o amigo extranjero; algo aparentemente simple en lo teórico, pero que no lo es tanto en la práctica. Si se trata de un solo día, uno no tiene problema en hacer el recorrido obligado de Caminito, el café Tortoni y el Obelisco.

Pero si la cosa se dilata, suele volverse tedioso para un porteño recorrer los sitios característicos de la Ciudad de Buenos Aires . La siguiente guía está pensada para que usted pueda equilibrar entre los destinos y actividades que inexorablemente todo visitante querrá conocer, con otros más originales, que pueden resultar interesantes a ambas partes.

Si el visitante es una persona de mente abierta, con inquietudes artísticas y busca algo más que una foto junto a la Bombonera, es muy posible que se sienta atraído por el Street Art Tour . Organizadas por la compañía Grafiti Mundo, estas visitas guiadas invitan conocer los murales, grafitis y demás obras de arte urbano que decoran Buenos Aires. Aunque muchos lugareños lo ignoran, la “reina del plata” no tiene nada que envidiarle a Barcelona o Los Angeles, ya que, junto con San Pablo, es la meca del arte callejero de América Latina. El paseo dura tres horas, recorre Palermo y sus inmediaciones, y se realiza de miércoles a sábados, desde las 16. Cuesta $ 90 (con bebida y traslado) y puede ser en inglés o en castellano.

En el Abasto, la psicodelia no está en las paredes sino en las calles, donde late un multicuralismo desprolijo, bien latino. Aquí, la música de La Bomba de Tiempo , el ensamble de percusión fundado y dirigido por Santiago Vázquez, no desentona. Todos los lunes por la noche en la Ciudad Cultural Konex (Sarmiento 3131), La Bomba invita a participar de una experiencia que remite al trance tribal. Los tambores frenéticos convierten a esta ex fábrica en una rave de espíritu primitivo, donde la relación formal artista - espectador se desintegra y da lugar a un evento comunitario.

Pensar en evadir la temática tanguera y la cultura criolla es pecar de iluso. Además, ¿por qué alguien preferiría no conocer aquello que distingue a Buenos Aires de tantas otras metrópolis? No es exagerado decir que las costumbres criollas se van diluyendo con los años. Por suerte existe la Feria de Mataderos , el mejor lugar de la Ciudad para experimentar los ritos de cuando la urbe era sólo una gran aldea. Se realiza los domingos de 11 a 20, a pocos metros del cruce de las avenidas Lisandro de la Torre y Directorio, y permite disfrutar de la gastronomía criolla (locro, tamales, asado), música folclórica, competencias de sortija y un paseo de artesanos (entrada gratuita; se suspende por lluvia).

La postal tanguera típica está en todos lados; el desafío radica en dar con un lugar al que se le pueda aplicar el rótulo de “auténticamente tanguero”. Ese sitio es la milonga del club Sunderland (Lugones 3161, Villa Urquiza ). Todos los sábados desde las 22.30, decenas de milongueros se dan cita en una de las pocas pistas donde aún vive el espíritu de los años 40. La milonga se realiza en un club de barrio y se baila sobre las baldosas de su cancha de básquet.

Ya que hablamos de tango, cómo no mencionar el Hipódromo Argentino de Palermo , templo hípico en cuyas tribunas Carlos Gardel dejaba el alma alentando a su querido caballo Lunático. En aquellos tiempos el turf era pasión de multitudes, y el antiguo edificio de Avenida Del Libertador 4101 (inaugurado en 1876 y reformado en 1908) hervía los domingos. La situación ya no es la misma, pero el lugar sigue teniendo cierta mística, cierto charme , que surte efecto en locales y extranjeros. Hay carreras los lunes por la tarde, y algunos viernes, sábados y domingos. La entrada es gratuita, salvo para la tribuna oficial. En noviembre se realiza el Gran Premio Nacional, una cita imperdible.

El Teatro Colón no tiene nada que ver con las apuestas ni los caballos, pero hay algo que lo emparenta al hipódromo: ambos engloban su propio universo. Tras el telón de uno de los mejores escenarios del mundo funciona una compleja maquinaria humana que se encarga de trabajar hasta en el más ínfimo detalle de cada puesta: escenografía, vestuario, iluminación, un modelo de producción que se dejó de aplicar en el resto del globo y que vuelve al Colón una rara avis. Las visitas guiadas –en castellano e inglés– permiten conocer esta maravillosa fábrica teatral. Se realiza todos los días, desde las 9 y hasta 15.45 (el tour cuesta $20 para locales y US$ 15 para extranjeros).

Ajenos a toda moda, los bodegones porteños (en los que términos como maridaje o cocina molecular no tienen cabida) siguen fieles a su mezcla de gastronomía italiana y española. En la esquina de San Juan y Sarandí, San Cristóbal , se encuentra el bar Miramar, uno de los máximos exponentes de este rubro. El local abrió hace 60 años y todo en él –mesas de madera y manteles blancos, el mostrador y la atención– recuerda a la Buenos Aires de mediados de siglo XX. Es el lugar ideal para compartir el tradicional “vermut”, y disfrutar de platos como buseca y guiso de lentejas, o especialidades más raras, como ranas o caracoles.

Atrapado entre el incesante caudal de autos de las avenidas Del Libertador y Figueroa Alcorta, en Palermo, late un pequeño enclave nipón: el Jardín Japonés (abre todos los días de 10 a 18; la entrada cuesta $ 8). Si bien es raro mostrarle a un turista algo tan alejado de la cultura local, su exotismo lo vuelve un paseo imperdible. Los visitantes pueden recorrer los estanques, alimentar a las enormes carpas de colores y disfrutar de la Ceremonia del té en el restaurante, que también está abierto por la noche, y ofrece sushi y platos típicos de la comida nipona.

Internándose 12 km en la provincia de Buenos Aires , está la zona de las Barrancas de San Isidro , destino de fácil acceso (se puede llegar en tren, auto o colectivo) marcado por la historia y la ribera del Río de la Plata . La plaza Mitre, la catedral y Villa Ocampo (Elortondo 1837) –centro cultural que funciona en la antigua casa de Victoria Ocampo– son algunos de los lugares característicos de este barrio. La feria de antigüedades de la estación Barrancas del Tren de la Costa merece ser visitada, al igual que Perú Beach (Perú y el río), área costera donde se puede practicar deportes y disfrutar de un buen trago.

Buenos Aires, la meca norteamericana

Desde 2001 se convirtió en la ciudad más elegida para vivir; muchos jóvenes se quedaron luego de viajes estudiantiles y de turismo.


Buenos Aires, la meca norteamericana
                               Por: Evangelina Himitian

Algunos llegaron como turistas, otros como estudiantes y también como jubilados en su primer año sabático. Pero pronto se enamoraron de la ciudad -de su movida artística, de las comidas, de su vida nocturna y de su moneda devaluada- y decidieron echar raíces en estas tierras. Por estos días, miles de estadounidenses dejan su país para radicarse en Buenos Aires.

Estados Unidos se ubicó octavo en el ranking de nacionalidades que más solicitudes de radicación presentaron desde 2004 ante la Dirección General de Migraciones. Un dato que no es menor: seis de las nacionalidades que anteceden a los EE.UU. en el ranking corresponden a países limítrofes o de la región (Bolivia, Paraguay, Perú, Chile, Uruguay y Brasil). En tanto que China se ubicó en el cuarto puesto.

"Durante la última década, aparecieron dos nuevos polos de inmigración que atraen a los norteamericanos fuera del país: Buenos Aires y Pekín, en ese orden", asegura una investigación que dirige la antropóloga Judith Freidenberg, directora de estudios de pregrado del departamento de antropología de la Universidad de Maryland, en los Estados Unidos. Freidenberg es argentina y por estos días impulsa un trabajo sobre los nuevos imanes migratorios.

La Nacion la entrevistó en forma telefónica en su estudio, en Washington, desde donde se conecta en forma diaria con estadounidenses que viven en Buenos Aires y en Pekín.

Las mayores comunidades de norteamericanos en el exterior están en México y en Canadá, con más de dos millones cada uno, seguido por Londres y Berlín. Sin embargo, en 1999, el gobierno de los EE.UU. dejó de relevar cuántos eran los norteamericanos radicados en el exterior. Sólo se lleva un registro de quiénes trabajan para el Departamento de Estado, ya sea en las fuerzas armadas o en misiones diplomáticas.

"Antes de que se realizara el último censo, el año pasado, distintas organizaciones de expatriados en todo el mundo reclamaron ser censados; sin embargo, finalmente, se decidió excluir la recolección de esta información", explica Freidenberg. "Con lo cual, los datos se obtienen por ONG que agrupan a los inmigrantes", explica la investigadora.

Las cifras de la embajada de los Estados Unidos en la Argentina señalan que en la Capital viven unos 23.000 norteamericanos. Sin embargo, según la investigación de Freidenberg, son más de 60.000 norteamericanos en el país. En Pekín, son unos 10.000.

"Lo que ocurre es que la mayoría de ellos no tramita la nacionalidad, sino que simplemente cruza a Colonia, Uruguay, cuando se le vence el permiso de permanencia como turista. Otros, directamente no salen, porque saben que es muy poco probable que vayan a tener problemas para moverse en la ciudad por permanecer como turistas", explica la investigadora.

Este movimiento migratorio hacia Buenos Aires comenzó en los años de la poscrisis de 2001: tras la devaluación y hasta 2004, llegó la primera camada, aquellos que vinieron atraídos por el tipo de cambio, aprovechando la oportunidad para conocer. Pero, dos años después, comenzó a consolidarse la tendencia: creció la cantidad de norteamericanos que habiendo conocido la ciudad, decidieron establecerse aquí. Por eso el número de ciudadanos estadounidenses que solicitan radicarse en el país viene creciendo sistemáticamente desde 2004 a esta parte, pese a que son un porcentaje menor los que realizan este trámite.

Cuatro clases de personas
"Hay cuatro grupos principales de inmigrantes", detalla la investigadora. Primero, los jóvenes que llegan como parte de un plan de intercambio estudiantil y deciden quedarse. Muchos de ellos reciben dinero de sus familias en el exterior y al multiplicar ese ingreso por cuatro, más algún ingreso adicional que consiguen dando clases de inglés, pueden sobrevivir sin problemas.

El segundo grupo es similar en edad: vienen a hacer una experiencia de vida o a tomar un año sabático. Estudiaron español en la universidad y leyeron cientos de artículos sobre lo maravilloso que es Buenos Aires. San Telmo y Palermo son las zonas más elegidas por este grupo y ellos suelen trabajar en call centers operados desde la Argentina para la atención al cliente en países de habla inglesa.

"El tercer grupo corresponde a profesionales de entre 35 y 45 años que quedaron varados por la recesión en los EE.UU. y que descubren que su título cotiza mejor en la Argentina", explica Freidenberg. Muchos de ellos consiguen puestos en multinacionales o se lanzaron a invertir con un emprendimiento de menor escala en el mercado local.

El último grupo que distingue la investigadora corresponde a jubilados norteamericanos. Personas de más de 65, de clase media. "Significa que pueden convertir su casa y auto en capital para comprar lo mismo en Buenos Aires. Pero saben que con el dinero de su jubilación en dólares pueden tener un mejor nivel de vida en la Argentina que en los EE.UU.", explica la investigadora.

CLAVES

60.000
Son los norteamericanos que residen hoy en la ciudad, según una investigación. La embajada norteamericana en la Argentina calcula que son 23.000.

Octavo
Ese es el puesto que ocupan los norteamericanos en el ranking de nacionalidades que más solicitudes de radicación presentaron desde 2004.