jueves, 21 de abril de 2011

Bailar para adentro y no para afuera

(diciembre 2010, en una milonga de Palermo)

-ché, ¿tenés una fecha para enero? estoy ensayando hace unos meses y quiero empezar con las exhibiciones

-¿ah sí? qué bien, bueno, llamáme en el 2012…

La anécdota que acabábamos de escuchar de boca de un conocido organizador provocó un aquelarre en el taxi que compartí de vuelta a casa con tres amigas. Una de ellas, ya profesional reconocida, recordaba cuánto tiempo y dedicación le llevó presentarse en público. Finalmente, cuando las cuatro colgamos la escoba, coincidimos en que es de humanos eso de creérsela, de pensar que bailamos “divino” y que la gente quiere vernos en la pista.

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mirá como le sale el boleoaFotos gentileza Semeon Kukormin

Todas las criaturas de este ancho mundo tienen derecho a un aplauso, claro que sí pero, acá en el tango el error no está en pecar de vanidad sino de ansiedad: no entender que recién deberíamos bailar para los demás cuando hayamos podido bailar para nosotros mismos. Y esto último no se consigue ensayando.

Cuánto hubiera dado yo por tener un poquito de gracia, o haberme apiolado hace 20 años, cuando florecía el fenómeno y las pistas se llenaban de bailarines sin otra vocación que el abrazo. Lástima. Llevo 10 años intentándolo y todavía no me sale bonito, pero a estas alturas no me trago cualquier sapo: puedo adivinar quién tiene un don y quién se mata laburando, quién está por amor y quién por la “platita”.

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Gracias por la foto, Semeon

No hay duda que la suerte es de los audaces, razón por la que en el fondo siento sana envidia por esta joven camada de talentos que logra colarse en el calendario de las exhibiciones sin más equipaje que un par de tangos aprendidos de memoria. Algunos consiguen combinar técnica y pasión, y que se les note, a otros no hay cómo creerles. Es muy cierta esa frase que suelen repetir los buenos docentes, de que ”se baila para adentro, no para afuera”…es imposible “coreografiar” el sentimiento.

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