martes, 19 de abril de 2011

Peluquerías masculinas: descubrí las más extravagantes de Buenos Aires

Ante tanta oferta de peluquerías modernas para hombres, le pedimos a un periodista que testeara el mercado estilístico. Aterrado por la idea de que tergiversaran su look viril, le propuso a un amigo que hiciera de modelo. Crónica de un tour peligroso. 

Ante tanta oferta de peluquerías modernas para hombres, le pedimos a un periodista que testeara el mercado estilístico. Aterrado por la idea de que tergiversaran su look viril, le propuso a un amigo que hiciera de modelo. Crónica de un tour peligroso.

Un señor se paseo a toda prisa por la ciudad buscándole un corte de pelo a un tipo de apellido Peralta. Este señor, ligado por casualidad al boom de la peluquería, tomó como modelo al joven Nicolás Peralta, un argentino muy espontáneo y, además, un talentoso periodista cesante, para ordenarle el peinado. El propósito era hacer un abreviado tour estilístico, ir saltando entre peluquerías, para verificar la peripecia que debe realizar un hombre corriente que quiere renovar su aspecto. En ese sentido, se eligió al joven Peralta no sólo por su dramática disponibilidad de horario, ni tampoco por su cabellera -pelo negro magnético, ondulado por delante, mechas locas alargadas por la nuca y una progresista colita rasta al final-, sino también porque Peralta ama a Leticia y se casará con ella en unos días. El matrimonio lo ha obligado a una sesión de peluquería, y por eso Peralta, a lo largo del tour, representó a un varón al que le ha crecido el pelo y necesita con urgencia unas tijeras.

La ruta del pelo comenzó un jueves. Peralta admitió que no quería un corte radical, dado que estima mucho la filosofía de su peinado, y propuso acortar apenas su look. "¿Quiere que primero analicen su pelo en un local fashion?", preguntó el guía del tour. Peralta, al parecer no acostumbrado a la estética de avanzada, aceptó. En ese momento, se produjo una tensión. Ocurre que el rubro de la peluquería tiene tantas opciones, es tan variado el ego nacional, que el guía quedó paralizado. Antes, cuando los machos solían descuidar con felicidad sus cuerpos, los hombres iban a simples peluquerías de hombres. Eso ha cambiado. Hoy el número de peluquerías unisex es interminable, y la Argentina tal vez se haya transformado en el primer productor mundial de vanidad: en este país las argentinas -también muchos argentinos-, si están enfermas, no acuden al médico, sino que se van directamente a la silla de un peluquero para que les reparen el ánimo. De manera que el guía había perdido el sentido de la orientación y no sabía dónde se encontraba la onda, lo in, lo exclusivo. "¿Dónde está la onda, Peralta?", dijo uno. "Yo soy un chico de casa", respondió el melenudo. En el equipo se inició una discusión hasta que el propio modelo avisó de un destino en Palermo. Y hasta allá se trasladó el nervioso equipo capilar.
LA ONDA

Apenas el joven Peralta ingresó en PH Peluquería, fue atendido por el estilista Christian Onorato, un experto en vanguardia inglesa que hace peinados con cera invisible. El maestro miró al modelo y lo felicitó porque, a grandes rasgos, su peinado tenía espíritu. "¿Qué querés?", preguntó Christian. El modelo se relajó y lanzó su enigmático anhelo: "Quiero el corte colectivero". Si Peralta hubiese ingresado en PH Peluquería disparando una metralleta, no habría provocado un pánico similar. A Christian le brotó un tic.

El corte colectivero, muy en boga entre jóvenes alocados, implica un corte deforme: corto adelante, largo por detrás. Las mechas largas por la nuca quizá respondan a una tradición local. Grandes ídolos argentinos han popularizado la rebeldía capilar: el Che, Mario Kempes, Guillermo Vilas y Maradona han exportado las pelucas desordenadas. "Me gusta el corte colectivero", insistió Peralta. "Qué grande", dijo Christian, con ternura, intuyendo que Peralta es un patriota que con el corte colectivero quiere proteger el último bastión de la melena. Y tras sacudirle la cabeza y cortarle en trance un mechón irregular, Christian despidió a su cliente.
LO ANTIGUO

Peralta llegó a Caballito y se instaló en otro siglo. Ante sus pelos apareció el dueño de la peluquería La Epoca , Miguel Barnes, apodado el Conde de Caballito por sus vestimentas arcaicas. "Esta peluquería fue catalogada el primer museo viviente por la National Geographic", reveló el Conde. La comitiva aplicó una mirada al entorno: navajas del siglo XIX, peinetas Venado, espejos bañados en bronce. Es un museo. Incluso el guía miró aliviado un edicto policial pegado en la pared que prohibía escupir y otro que impedía ingresar con sombrero.


Ante tanta oferta de peluquerías modernas para hombres, le pedimos a un periodista que testeara el mercado estilístico. Aterrado por la idea de que tergiversaran su look viril, le propuso a un amigo que hiciera de modelo. Crónica de un tour peligroso.

El Conde presentó al maestro González, encargado de revisar las mechas del modelo. El maestro González, serio, dictó un criterio: "El joven tiene un corte de línea informal". Es indudable que para el señor González el modelo era un terrorista, y ordenó cortarle las patillas. Peralta, como si le fueran a violar el look, se cubrió sus pelusas: "¡Las patillas no!". El maestro finalmente lo sentó en un sillón, afiló una navaja de 1910, lo ubicó frente a un espejo de media punta fabricado en 1920 y le esculpió la barba. El guía del tour se acercó al modelo y le deslizó un comentario: "Peralta, por favor, no se le ocurra pedir el corte colectivero aquí". Peralta asintió. La búsqueda debía continuar, y la comitiva retornó al siglo actual.
LO CORRECTO

La ruta del pelo, en pos de la normalidad, hizo una parada en Mostacho, una peluquería de hombres atendida por señores robustos, de esos que tosen cuando ingresa un metrosexual. En esta peluquería los clientes no hablan: toman asiento, esperan su turno y al rato se van recortados. El guía mostró el camino y preguntó: "Señor, ¿aquí hacen el corte correcto?". El corte correcto tiene su origen en Chile y consiste en militarizar la apariencia y producir un peinado de carabinero. El peluquero Lucas Figueroa sonrió con calma: "Sí, por supuesto. Consta de laterales y nuca corta, cúspide más larga y raya al costado izquierdo" . "Es eficiente", dijo el guía, pero como Peralta es afín a la modernidad y tiene la esperanza de lucir original en su matrimonio, estaba aterrado. "Che, aquí me van a rapar", confesó conmovido. "Aquí en Mostacho", siguió el peluquero, "usted tiene la certeza de que lo atiende un heterosexual, señor. Y si usted se va a casar, le aconsejo el corte correcto". Peralta esquivó el desafió, dio las gracias y salió a tomar un taxi. Mostacho: Aráoz 2390.
EL CORTE

Peralta finalmente se cortó el pelo en una peluquería moderna de Palermo llamada La Lúdica. Fue atendido por el dueño, el peluquero Rodrigo Montes. En un momento, Peralta, traumatizado, preguntó si hacían allí el corte correcto. A Rodrigo Montes se le acabó el oxígeno. "A ver, si vos venís acá a La Lúdica y me decís que querés el corte correcto, ese de carabinero, me puede llegar a dar taquicardia." Peralta aclaró que le gustaba la modernidad. "¿Y qué corte te gustaría? ¿Desmechado? ¿Londinense? ¿Animé? ¿Vintage?", preguntó Rodrigo. Peralta no varió su estrategia: "Yo quiero el corte colectivero". Rodrigo soltó una risa imaginando una broma. Peralta y el guía lo miraron con seriedad.


Ante tanta oferta de peluquerías modernas para hombres, le pedimos a un periodista que testeara el mercado estilístico. Aterrado por la idea de que tergiversaran su look viril, le propuso a un amigo que hiciera de modelo. Crónica de un tour peligroso.

Y así fue como Rodrigo Montes, profesor internacional de peluquería, hijo de peluqueros, metrosexual confeso, casado, le hizo el corte colectivero: le rebajó el volumen, equilibró el flequillo y respetó la colita rasta. Sucede que Peralta, como todo hombre corriente, busca un sitio natural que comprenda su estilo capilar. No espera ser rasurado por manos fundamentalistas, ni tampoco espera que experimenten con sus patillas o le ofrezcan champagne. Sólo es un hombre que quiere que le corten el pelo como lo usan los conductores de colectivo.

Rodrigo dijo que los hombres suelen hablar cuando les cortan el pelo y relatan, por citar un caso, pormenores de sus orgasmos. Peralta, sin embargo, casi ni habló. Sólo miró con nostalgia cómo caían sus ex pelos. Lo que pasa es que durante el crecimiento del pelo, aunque sea un mísero centímetro, un hombre vive muchas experiencias. Por ejemplo, a lo largo del crecimiento de sus últimos centímetros, Peralta le propuso matrimonio a Leticia, perdió su trabajo, organizó un viaje a otro país y preparó su nuevo hogar. Ese pelo fue testigo de importantes hitos. Pero el joven Peralta ya tenía una novedad sobre la cabeza y podía iniciar otra vida. El tour había terminado y el modelo ya se podía casar en paz.



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