miércoles, 27 de abril de 2011

Lo que queda del Palacio de Correos

Fue Roberto Lavagna, cuando era ministro de Economía, quien lanzó en un Congreso de IDEA, en Mar del Plata, la propuesta de convertir el majestuoso Palacio de Correos en un museo del Bicentenario que continuara la milla de oro museística de Buenos Aires y diera oportunidad de exhibición a muchas obras del acervo del Museo Nacional de Bellas Artes condenadas a los sótanos por falta de metros.

El palacio, que había sido elegido por la princesa de Gales como sede de la recepción ofrecida en la Argentina por la calidad de su arquitectura, estaba por entonces dentro de la órbita de Cultura. José Nun tenía la palabra cuando se llamó a un concurso de anteproyecto al que se presentaron, entre otros, Jorge Telerman y el hijo de I. M. Pei, arquitecto chino famoso por la pirámide que ejecutó para el Museo del Louvre.

De aquella iniciativa, que parecía auspiciosa, a la situación actual media una distancia mucho mayor que el tiempo transcurrido desde noviembre de 2006, fecha en la que se hizo público el proyecto ganador. No se cumplieron los plazos. El rumboso Centro Cultural del Bicentenario no se inauguró en mayo de 2010. Solamente hubo un acto en la nave central del Palacio, para comprobar que las pizarras de la mansarda original habían sido reemplazadas por vidrios, con la idea de iluminarla a giorno con los colores de las banderas de los países homenajeados en visitas oficiales.

El edificio, monumento histórico nacional, es una pieza clave de la arquitectura de Buenos Aires. Fue inaugurado en 1928 y lleva la firma de Norbert Maillart, autor, también, de los proyectos del Palacio de Tribunales y del Colegio Nacional de Buenos Aires. No es una novedad para nadie subrayar que el patrimonio arquitectónico es un recurso no renovable, referencia ineludible de la identidad de un país. Basta recordar con cuánto ímpetu los jeques de Qatar y Abu Dhabi han convertido al golfo Pérsico en el laboratorio de pruebas de los grandes arquitectos globales, para construir una cadena de nuevos museos que le otorgue "espesor" cultural a un país con más dinero que historia.

En un brusco golpe de timón, el Palacio de Correos y su millonario proyecto pasaron a manos del ministro De Vido. Prosperó la idea de instalar un gigantesco auditorio con acceso por la avenida Corrientes, lo que exigía desguazar la parte industrial. Quien camine por Corrientes en estos días no tiene más que asomarse detrás de la empalizada para ver que del edificio original queda la fachada; en el centro, hay un enorme vacío. La nada.

Las plantas de perímetro libre existentes, donde se hizo una recordada edición de Estudio Abierto, curada por Ana María Battistozzi, tenían la dimensión perfecta de una gran nave expositiva como son los Arsenales en la bienal veneciana. Conviene recordar que Maillart, cuando proyectó el edificio, tuvo que realizar una reforma clave en los planos originales debido a la baja calidad del suelo, que es tierra ganada al río. La estructura palaciega, incluidos el célebre Salón de los Escudos y el Salón Eva Perón, que Evita usó como despacho en 1946, corre serio peligro. Historia y patrimonio en riesgo, en una obra faraónica de final incierto.

Por Alicia de Arteaga

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