Fue fundada en 1884, y hoy luce tan espléndida y señorial como siempre. Fueron habitués Carlos Gardel, Alfonsina Storni y Roberto Arlt.
Si hay algo que distingue a Buenos Aires es el bar y la esquina. Sólo algunos lugares elegidos forman parte de esos rincones míticos, ángulos que guardan historias como tesoros. No es fácil ser emblema de la ciudad. Y la confitería Las Violetas es uno de esos íconos, referencia porteña ineludible en cualquier libro histórico que narre las costumbres porteñas.
Nació en 1884, en lo que era un barrio descampado y conformado por algunas casaquintas, alejado del centro. El nombre de la confitería surgió gracias a que el color predominante de la zona lo daban las flores, dispuestas en los frentes de las casas.
Se construyó entonces una obra de arte arquitectónica pensada para la aristocracia de la zona: mesas de mármol italiano y columnas de estilo romano. En la puerta paraban carrozas, carretas, el tranvía a caballo y una mayoría de hombres, vestidos de galera y bastón.
"Esta confitería es especial por varias razones: tiene un estilo definido, entra una luz muy especial por los ventanales, las mesas de mármol de Carrara ubicadas adelante son un lujo y los 12 vitrales son maravillosos. Además de los que están arriba de las puertas, hay tres en el fondo llamados Vida, Esperanza y Alegría, y representan tres épocas de nuestro país", describe Luciano Correa, uno de sus mozos.
En 1920 se hizo la primera reforma, se instalaron los amplios ventanales que se ven en la actualidad y el piso de mármol italiano. El espíritu es mantener todo lo que se pueda del original. Hay maderas y arañas de bronce que se conservan desde su apertura.
Con los años fueron cambiando también algunas costumbres. Correa explica que "hasta 1950 era imposible entrar sin saco y corbata, hoy algunos clientes vienen en bermudas o musculosa". El ambiente artístico siempre dice presente y por sus mesas pasaron Carlos Gardel, Alfonsina Storni, Roberto Arlt, Francis Ford Coppola y Viggo Mortensen, entre otros, además de gran parte de la farándula local. La confitería también fue utilizada como set de filmación para varias películas.
Allí también las Abuelas de Plaza de Mayo se reunían de manera clandestina para intercambiar información en los años de la dictadura militar.
Pero pese a sus pergaminos históricos, a fines de los 90 -y al igual que otras emblemáticas confiterías como Del Molino o el Café de los Angelitos- debió bajar la persiana. Luego de varios reclamos de los vecinos y de una espera de más de dos años, el Gobierno de la Ciudad declaró al edificio Lugar Histórico y reabrió sus puertas.
Más allá de cambios en las modas y costumbres, un rito quedó inalterable: los mozos siempre vistieron con pantalón negro y chaqueta blanca. La especialidad de la casa es una mezcla entre dulces y salados servidos en una fuente, bautizada con el nombre de la soprano María Callas. El plato consiste en sándwiches de miga, fosforito, tostadas y locatelli. Del otro lado de la fuente porciones de torta, budines, pan dulce, masas finas y secas. Comen tres personas y vale 63 pesos, con una infusión y tres copas de jugos. Y para darse todos los gustos en cuanto a lo dulce, Las Violetas tiene su propia panadería.
DZ/km
Nació en 1884, en lo que era un barrio descampado y conformado por algunas casaquintas, alejado del centro. El nombre de la confitería surgió gracias a que el color predominante de la zona lo daban las flores, dispuestas en los frentes de las casas.
Se construyó entonces una obra de arte arquitectónica pensada para la aristocracia de la zona: mesas de mármol italiano y columnas de estilo romano. En la puerta paraban carrozas, carretas, el tranvía a caballo y una mayoría de hombres, vestidos de galera y bastón.
"Esta confitería es especial por varias razones: tiene un estilo definido, entra una luz muy especial por los ventanales, las mesas de mármol de Carrara ubicadas adelante son un lujo y los 12 vitrales son maravillosos. Además de los que están arriba de las puertas, hay tres en el fondo llamados Vida, Esperanza y Alegría, y representan tres épocas de nuestro país", describe Luciano Correa, uno de sus mozos.
En 1920 se hizo la primera reforma, se instalaron los amplios ventanales que se ven en la actualidad y el piso de mármol italiano. El espíritu es mantener todo lo que se pueda del original. Hay maderas y arañas de bronce que se conservan desde su apertura.
Con los años fueron cambiando también algunas costumbres. Correa explica que "hasta 1950 era imposible entrar sin saco y corbata, hoy algunos clientes vienen en bermudas o musculosa". El ambiente artístico siempre dice presente y por sus mesas pasaron Carlos Gardel, Alfonsina Storni, Roberto Arlt, Francis Ford Coppola y Viggo Mortensen, entre otros, además de gran parte de la farándula local. La confitería también fue utilizada como set de filmación para varias películas.
Allí también las Abuelas de Plaza de Mayo se reunían de manera clandestina para intercambiar información en los años de la dictadura militar.
Pero pese a sus pergaminos históricos, a fines de los 90 -y al igual que otras emblemáticas confiterías como Del Molino o el Café de los Angelitos- debió bajar la persiana. Luego de varios reclamos de los vecinos y de una espera de más de dos años, el Gobierno de la Ciudad declaró al edificio Lugar Histórico y reabrió sus puertas.
Más allá de cambios en las modas y costumbres, un rito quedó inalterable: los mozos siempre vistieron con pantalón negro y chaqueta blanca. La especialidad de la casa es una mezcla entre dulces y salados servidos en una fuente, bautizada con el nombre de la soprano María Callas. El plato consiste en sándwiches de miga, fosforito, tostadas y locatelli. Del otro lado de la fuente porciones de torta, budines, pan dulce, masas finas y secas. Comen tres personas y vale 63 pesos, con una infusión y tres copas de jugos. Y para darse todos los gustos en cuanto a lo dulce, Las Violetas tiene su propia panadería.
DZ/km
Diego Zwengler Redacción Z
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