El viejo transbordador, los botecitos que aún llevan a la isla Maciel, las tiendas de ropa de trabajo, los conventillos: un territorio de la clase obrera.
Ya no hay carros que pretendan trepar al transbordador para cruzar hacia la isla Maciel. Los yuyos siguen carcomiendo el viejo puente de hierro inaugurado en 1913, y no hay señales de que vayan a repararlo a corto plazo. El sol de mediodía rasguña a los pasajeros que esperan el colectivo. nodo de transportes ubicado en el cruce sinuoso de las avenidas Pedro de Mendoza y Almirante Brown, en La Boca, es cabecera de la línea 152, a Olivos, y de la 46, a San Justo. Los tres puntos cardinales y, más allá, la salida al Río de la Plata. Un par de turistas desorientados se preguntan si pueden seguir tomando fotos allí donde el paisaje cambia. Hay colores, pero no tanto. La zona comienza a tomar en este punto su verdadero sabor a barriada industrial deconstruida. Las marcas están a la vista: cintas continuas, los puentes que transportaron durante décadas a miles de obreros desde y hacia Avellaneda, y la descascarada tienda de ropa de trabajo. Rústicas Ombú y Pampero mezcladas con camisetas de Boca y de River, para el turismo. Cien metros más adentro, por Brown, el almacén naval y los piringundines. Sí, de los de antes. La parrilla con Wi-Fi y a una cuadra, el taller de motores transformado en bodegón.
Al pie del transbordador, el embarcadero fluvial es testigo de todas las épocas. Los botes colectivos transportan a los pasajeros a la Isla Maciel. Un minuto de viaje, un peso. No es necesario llevar monedas. Los botes funcionan entre las 6 y las 22. Existen otras opciones para cruzar hacia la orilla de enfrente. En 2010, Vialidad Nacional restauró a nuevo las escaleras mecánicas de acceso al puente Nicolás Avellaneda, inaugurado por el presidente Roberto Ortiz setenta años atrás. Agregaron ascensor para cuatro personas y pasarelas cerradas con vista panorámica a toda La Boca. El paseo peatonal demanda diez minutos y el acceso es gratuito. Esta alternativa restó pasajeros a los botes. La otra posibilidad es cruzar en colectivo, algo más cómodo si se quiere saltear la isla Maciel y llegar directamente a Dock Sud. Las líneas indicadas son la 33 y la 159, más conocida como El Blanquito. Del otro lado, en el Doque, hay una zona comercial muy activa y los frentes de chapa de los conventillos aparecen uniformemente plateados. La orilla vecina desafía el colorido boquense.
Toda la zona de la Ribera sufrió una completa transformación en 1997, cuando se construyó la nueva rambla elevada poco más de un metro, que oculta el sistema de bombas de desagote. Desde entonces las inundaciones son un recuerdo, aunque para nada borroso. Los vecinos no olvidan la postal del remolcador que, arrastrado por la sudestada, fue a hacer compañía por mucho tiempo a los autos estacionados en la calle Necochea. La rambla arrancó la melancolía del paseo a pie sobre los adoquines, bordeando el agua. Y la feroz vuelta que acostumbraba dar el colectivo 20, acelerador a fondo, casi adherido a la línea del Riachuelo. Choferes más guapos, aquéllos.
Para sellar la tradición barrial, junto al viejo transbordador aparece el cuartel de bomberos. Destacamento La Boca de Bomberos de la Policía Federal lleva la batuta, junto al Cuartel IIIde Barracas, a la hora de apagar incendios. ellos se suman los dos cuarteles de voluntarios, los rojos de Tomás Liberti (Voluntarios de La Boca, fundado en 1889) y los verdeamarillos de Francisco Carbonari (Voluntarios de la Vuelta de Rocha, 1935). Un viejo clásico de camisetas que se suspende en cuanto suenan las sirenas. Junto al pequeño destacamento de Brown y Pedro de Mendoza se realizan periódicamente castraciones de perros y gatos a bajo costo, organizadas por proteccionistas. Pocos barrios tan bicheros como La Boca.
A modo de final de recorrido, se invita a ver dos películas argentinas que eligieron las inmediaciones del transbordador para rodar exteriores, previo a la construcción de la nueva rambla. Una de ellas es La Mary, dirigida en 1974 por Daniel Tinayre. Ambientada en las décadas de 1930-1940, muestra el movimiento de camiones y chatas junto al puente Nicolás Avellaneda, sobre las calles empedradas de la orilla de enfrente. Y en la superproducción Gatica, dirigida por Leonardo Favio en 1993, la escena ambientada treinta años antes permite participar del cruce en bote hacia la Isla Maciel. Única ceremonia que el tiempo continúa celebrando.
DZ/km
Ya no hay carros que pretendan trepar al transbordador para cruzar hacia la isla Maciel. Los yuyos siguen carcomiendo el viejo puente de hierro inaugurado en 1913, y no hay señales de que vayan a repararlo a corto plazo. El sol de mediodía rasguña a los pasajeros que esperan el colectivo. nodo de transportes ubicado en el cruce sinuoso de las avenidas Pedro de Mendoza y Almirante Brown, en La Boca, es cabecera de la línea 152, a Olivos, y de la 46, a San Justo. Los tres puntos cardinales y, más allá, la salida al Río de la Plata. Un par de turistas desorientados se preguntan si pueden seguir tomando fotos allí donde el paisaje cambia. Hay colores, pero no tanto. La zona comienza a tomar en este punto su verdadero sabor a barriada industrial deconstruida. Las marcas están a la vista: cintas continuas, los puentes que transportaron durante décadas a miles de obreros desde y hacia Avellaneda, y la descascarada tienda de ropa de trabajo. Rústicas Ombú y Pampero mezcladas con camisetas de Boca y de River, para el turismo. Cien metros más adentro, por Brown, el almacén naval y los piringundines. Sí, de los de antes. La parrilla con Wi-Fi y a una cuadra, el taller de motores transformado en bodegón.
Al pie del transbordador, el embarcadero fluvial es testigo de todas las épocas. Los botes colectivos transportan a los pasajeros a la Isla Maciel. Un minuto de viaje, un peso. No es necesario llevar monedas. Los botes funcionan entre las 6 y las 22. Existen otras opciones para cruzar hacia la orilla de enfrente. En 2010, Vialidad Nacional restauró a nuevo las escaleras mecánicas de acceso al puente Nicolás Avellaneda, inaugurado por el presidente Roberto Ortiz setenta años atrás. Agregaron ascensor para cuatro personas y pasarelas cerradas con vista panorámica a toda La Boca. El paseo peatonal demanda diez minutos y el acceso es gratuito. Esta alternativa restó pasajeros a los botes. La otra posibilidad es cruzar en colectivo, algo más cómodo si se quiere saltear la isla Maciel y llegar directamente a Dock Sud. Las líneas indicadas son la 33 y la 159, más conocida como El Blanquito. Del otro lado, en el Doque, hay una zona comercial muy activa y los frentes de chapa de los conventillos aparecen uniformemente plateados. La orilla vecina desafía el colorido boquense.
Toda la zona de la Ribera sufrió una completa transformación en 1997, cuando se construyó la nueva rambla elevada poco más de un metro, que oculta el sistema de bombas de desagote. Desde entonces las inundaciones son un recuerdo, aunque para nada borroso. Los vecinos no olvidan la postal del remolcador que, arrastrado por la sudestada, fue a hacer compañía por mucho tiempo a los autos estacionados en la calle Necochea. La rambla arrancó la melancolía del paseo a pie sobre los adoquines, bordeando el agua. Y la feroz vuelta que acostumbraba dar el colectivo 20, acelerador a fondo, casi adherido a la línea del Riachuelo. Choferes más guapos, aquéllos.
Para sellar la tradición barrial, junto al viejo transbordador aparece el cuartel de bomberos. Destacamento La Boca de Bomberos de la Policía Federal lleva la batuta, junto al Cuartel IIIde Barracas, a la hora de apagar incendios. ellos se suman los dos cuarteles de voluntarios, los rojos de Tomás Liberti (Voluntarios de La Boca, fundado en 1889) y los verdeamarillos de Francisco Carbonari (Voluntarios de la Vuelta de Rocha, 1935). Un viejo clásico de camisetas que se suspende en cuanto suenan las sirenas. Junto al pequeño destacamento de Brown y Pedro de Mendoza se realizan periódicamente castraciones de perros y gatos a bajo costo, organizadas por proteccionistas. Pocos barrios tan bicheros como La Boca.
A modo de final de recorrido, se invita a ver dos películas argentinas que eligieron las inmediaciones del transbordador para rodar exteriores, previo a la construcción de la nueva rambla. Una de ellas es La Mary, dirigida en 1974 por Daniel Tinayre. Ambientada en las décadas de 1930-1940, muestra el movimiento de camiones y chatas junto al puente Nicolás Avellaneda, sobre las calles empedradas de la orilla de enfrente. Y en la superproducción Gatica, dirigida por Leonardo Favio en 1993, la escena ambientada treinta años antes permite participar del cruce en bote hacia la Isla Maciel. Única ceremonia que el tiempo continúa celebrando.
DZ/km
Adriana Carrasco Redacción Z
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